Pase Usted

Baje con mi bolso en Barajas, Aeropuerto de Madrid. 4:30 de la mañana. Enorme, con pasillos hacia lugares extraños, encontré la salida luego de caminar un poco pero esa no era la única caminata que me esperaba en un día muuuuy largo. Cogi (si, ahora digo cogi) un taxi hacia Fuenlabrada, ciudad pequeña a 40 kilómetros de distancia de "La Gran Capital". El viaje costaba 50 euros pero el chofer se apiado de mí y me cobro solo 30.
Al llegar a Fuenlabrada no había nada que hacer y termine en la Universidad con los vigilantes charlando sobre fútbol, rugby, y demás cosas hasta que abrió la administración y fui a debatir por los papeles.
Todo salió bien. Hora de buscar casa.
La travesía comenzó en un locutorio. Llamadas a un número, luego a otro, nada. Las monedas se consumían rápidamente. Dos direcciones. Calle de Andorra 17 y Calle de Cuba al 10. Elegí primero Andorra (no por una cuestión política, sino mas bien la cercanía.
Dos chicas nacidas en Paraguay me atendieron. Griselda y Carolina. Ni muy muy, ni tan tan. Era una pieza chica, chica. Sin nada. 300 Euros más impuestos. Un poco caro pensé.
Emprendí el camino hacia la calle Cuba (no puede fallar). Camine alrededor de 5 kilómetros. SIIII 5 kilómetros con todo el equipaje en los que mis pies se llenaron de ampollas (luego encontraría una media despedazada, intento pensar que por esa caminata). Perdido por la ciudad comencé a preguntar - "dónde queda la caye Cuba?
- No se que es eso - decían
Debí darme cuenta en aquel momento que no entendían cuando decía caye, como buen argentino y no calie, como dicen ellos.
Camine y camine cuadras demás. Los autos me dejaban pasar en cada esquina deteniéndose sin importar que el semáforo les diera paso a ellos. Sucede todo el tiempo y me inquieta. Me hacen frenar todo el tiempo y dudar pensando si la próxima vez no aceleraran y terminaré arrollado mis días.
Finalmente conseguí ubicar Cuba. 3 ucranianos me recibieron (calculo que eran ucranianos, no les pregunte) y me mostraron la casa. 250 euros por la habitación pero con algunos numeritos más dijeron (bah eso interprete, eran ucranianos, repito, y no hablaban muy bien). Intentando venderme el cuento del tío querían que pague la mitad de cada factura de agua, gas, luz. Eran 3, una señora y su marido y su hijo enorme, parecido al pilar de rugby de cualquier equipo del mundo. Muy amablemente seguí mi camino.
Con el equipaje a cuestas y los pies tan doloridos como si hubiese pasado el día golpeándomelos con una martillo, llegué nuevamente a la calie Andorra (si, ya aprendí, aunque cada vez que lo digo parezco un boludo) y renté la pieza.
Me bañe y cambié y salí a por ellas, como dirían aquí.
Era demasiado tarde. En Fuenlabrada se duerme temprano